Antonio Balsalobre y su cuaderno de Opinión

Depende

El joven que imparte la conferencia se llama Javier Marín Morales. Lo conozco desde que era un crío y me agrada oírlo hablar ahora, ya como profesor e investigador de la Universidad Politécnica de Valencia, sobre la democratización de la inteligencia artificial. Su charla es rigurosa, clara, didáctica. Se hace, nos hace, preguntas y plantea algunos de los retos a los que tendremos que enfrentarnos con esta nueva inteligencia (una más de las muchas que hay). Diserta con la seguridad que le da saber que sabe mucho, pero que no lo sabe todo. Sin sentar cátedra. Procurando dejar siempre puertas abiertas. Unas alentadoras, otras inquietantes. ¿Es la OpenAI un peligro para la humanidad? Pues, depende… Depende de quién la regule y como la regule. ¿Acabará con ciertos puestos de trabajo actuales? Pues, claro, y creará otros, como ha ocurrido desde que se inventó la rueda. Y así, reflexión tras reflexión, sin abandonar en ningún momento lo que un profano como yo llamaría la duda metódica. Llegado el turno de preguntas, la cosa cambia. Algunos intervinientes plantean escenarios apocalípticos, distópicos, aterradores. Javier torea como puede el temporal. Con la sonrisa indulgente de quien no lo sabe todo, pero sabe mucho sobre esto.

Cafés

Manaña de domingo de senderismo. Ruta circular por el Cañón del Zarzalar, en Nerpio. Agua que corre, puentecillos para cruzar, pasos con cadenas, vegetación lujuriante. Espectacular. Más que recomendable. Luego viene la cerveza y después la comida, un menú de montaña que reconforta tras la larga caminata. Desde el comedor del restaurante, con su cristalera que cubre la fachada, hay unas vistas soberbias sobre el Taibilla y el pueblo, enclavado en la Sierra del Segura. Entre conversaciones cruzadas y amenas, empieza a caer la tarde y llega la hora del café. ¡Ay,el café! Somos diez y cada uno pide el suyo. Y ninguno es igual a otro. Solo corto, solo largo, cortado descafeinado, sin descafeinar, con leche, con hielo, un bombón, con un chorro de coñá, con unas gotas de anís… ¡Ah! Y uno que no quiere nada. Recuerdo que en una entrevista le preguntaron al general de Gaulle cuando era presidente de la República si era difícil gobernar Francia. Escueto, respondió: “¿Cómo se puede gobernar un país con 246 variedades de quesos?”. Me imagino que Sánchez respondería algo parecido si le preguntaran por España. ¿Cómo se puede dirigir un país que tiene diecisiete virreinatos y cuarenta y ocho millones de variedades de café?

Cosas de Juan José

No hace tanto me llamó Juan José Avellán -amigo, escritor e invidente (perdió la vista en un grave accidente)- para decirme que “lo” había recibido. Lo que había recibido era un libro. Para ser precisos, un audiolibro, o mejor aún, un “libro hablado”. Se lo había enviado a petición suya la ONCE, de la que fue funcionario jefe administrativo. “Han tardado un año en realizar la grabación, pero aquí está”, me dijo en el salón de su casa mientras a tientas manejaba con destreza un aparato electrónico que reproducía fielmente en voz alta lo escrito. El libro era mi novela histórica Maryam de Siyâsa, que él solicitó expresamente que le grabara el servicio especializado de la ONCE encargado de adaptar en braille, relieve y audio digital, obras literarias y libros de todo tipo. Iba saltando con entusiasmo de capítulo en capítulo, avanzando, retrocediendo, como si estuviera hojeando el libro. “Este servicio, me dijo, es una maravilla. Disponemos de miles de libros hablados y no te imaginas cuánto me entretienen y me siguen enseñando”. A sus 92 años, Juan José escribía algo menos que antes pero seguía “leyendo” vorazmente, manteniendo intacta una vocación literaria que junto a su familia y amigos continuaba iluminando sus días. Entre otros libros había escrito Cosas de Juan José. El pasado lunes se nos fue. Nos deja sus “cosas” y un gratísimo recuerdo.